Niña, de Vila-Matas

Una de las tareas que me impongo como padre es descubrir los temores de mi hija y alejarla lo más posible de ellos. Eso se puede aprender leyendo el párrafo final de Las ciudades invisibles de Italo Calvino que, para Harold Bloom, es una lección de sabiduría: «buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio». Para Anita, la protagonista de Niña, un cuento infantil de Enrique Vila-Matas, uno de sus infiernos es encontrarse en el parvulario con otra niña que se llama igual que ella, por eso le encanta que la llamen, simplemente, Niña. Pero ese no es su único temor. Ahora Niña está de vacaciones, lejos de la otra Anita y con todo el tiempo para jugar y fabular. Inventa aventuras, junto a su hermano imaginario y su gato Beto, en mares imposibles y huye de un temor a algo tan abrumador y desconocido como son los océanos de letras que ve cada mañana en los periódicos que leen sus padres y su hermano mayor y real.
Ilustración de Anuska Allepuz
En un capítulo sobre la trama y el tema en la ficción, Terry Bain hacía alusión a un cuento infantil extremadamente simple de Margaret Wise Brown titulado Buenas noches luna. En él el narrador, por la noche, se va despidiendo de todos los objetos de la habitación pero, al llegar a una página concreta, a Bain le asalta la sorpresa y le obliga a reflexionar sobre lo que quiso decir su autora. Hace poco encargué el cuento de Brown, con la excusa irreprochable de regalárselo a mi hija que acababa de cumplir dos años, para intentar entender lo que quería decir Bain. Esa misma excusa es la que me ha llevado a comprar este cuento de Vila-Matas ilustrado hermosamente por Anuska Allepuz. Los cuentos de niños, decía Saramago, deben ser escritos con palabras muy sencillas para que los puedan entender. Aquí Vila-Matas nos presenta un cuento que esconde en su sencillez un secreto aún más profundo que el de Margaret Wise Brown, una promesa implícita y bella que llena de emoción: el comienzo de una complicidad con la palabra escrita que deberá durar mientras dure nuestra conciencia. Si la niña rompe sus miedos, si se aproxima al abismo, si se enfrenta al amenazante alfabeto —con todas sus letras—, si aprende finalmente a descifrar los códigos escritos, algo cambiará para siempre en su vida y le regalará una íntima parcela de libertad. Se habrá iniciado así una nueva relación con la literatura que puede acompañarle para siempre, creciendo con ella, no para salvarle la vida sino, como decía Magris, para darle un sentido. Es una puerta abierta a ese laberinto mágico que tan bien conoce Vila-Matas en los que unos libros te presentan a otros libros y unos autores a otros autores. 
Cuando en medio de la noche, mi hija me llama porque le persigue el lobo aunque sepa que ya no hay lobos malos y que sólo quiere jugar con ella, me doy cuenta de hasta qué punto los cuentos influyen en nuestra realidad y los incorporamos a nuestra vida. Ricardo Piglia reflexiona sobre qué es un lector y recuerda que en una ocasión Joyce pregunta: ¿has soñado alguna vez que estabas leyendo? Soñar con ese momento es algo que da una idea de hasta qué punto la lectura es un placer y también una obsesión, como cuando se sueña en otro idioma que no es el materno o con la persona a la que se ama. Pero mucho antes de que eso suceda, podemos saber que un niño se ha convertido en un lector cuando sueña con las historias que lee, cuando recoge velas frente a una isla que esconde un tesoro, cuando se sumerge a bordo del Nautilus para explorar el fondo de los mares, cuando viaja hasta la luna en un trémulo cohete o cuando sobrevuela enormes acantilados sujetándose con fuerza a las garras de un gigantesco ave-roc. 
Siempre es una garantía comenzar a leer de la mano de un autor que tanto ama la buena literatura; un autor que ha sabido descubrirnos a otros escritores y explicarnos las claves que los convierten en grandes autores. Vila-Matas, con esa elegancia de la que hablaba Bolaño, recupera aquí, una vez más, su «despejada mirada hermosamente infantil sobre las cosas» a la que alude en su Dietario voluble, una mirada aún inocente con la que invita a los niños a explorar el abismo antes de iniciar un viaje vertical hacia la madurez. 
Ahora voy a leer a mi hija María este cuento que será su primer Vila-Matas. Quizás hoy no lo entienda pero sí dentro de unos meses y, cuando ya sepa leer, querrá conocer de nuevo la aventura de Anita a la que le asustan las letras. Esta es la mejor invitación a la lectura que hace Vila-Matas porque es la primera y porque promete a los pequeños lectores un juego de iniciación, una entrada al mundo de la ficción que es, sin duda, una de las más fascinantes creaciones del ser humano.









Niña
Enrique Vila-Matas
Ilustraciones: Anuska Allepuz
Alfaguara, 2013




2 comentarios:

  1. Suerte con la aventura, Ricardo, que la de proyectarse en los hijos, no es tarea baladí.

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  2. Gracias Alfonso. Tú eres un experto en estos temas y has tenido muy buenos resultados con tus hijas que son encantadoras.

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