Intemperie, de Jesús Carrasco

Guiado por la Estrella Polar, el norte es su horizonte y su única esperanza. Un niño, al que han robado la infancia, escapa de su pueblo, empujado por el miedo y el resentimiento, para recuperar algún resquicio de dignidad en su vida. Tras su estrecho mundo conocido sus ojos sólo alcanzan a ver un llano inmenso, árido y desolador, una tierra de ríos yermos y pozos secos, un paisaje estéril y despiadado que impone sus condiciones a quien decide atravesarlo. En su huida el niño se encuentra a un anciano cabrero que vive sin un techo donde cobijarse y pasa las jornadas deambulando en busca de pasto y alguna sombra de humedad en la que saciar la sed de unas pocas cabras. A partir de ese momento el niño inicia un camino hacia la sabiduría aprendiendo tácitamente del anciano lecciones elementales de supervivencia, pero también de ética. Aprende a moverse en ese mundo hostil para intentar recuperar la confianza en algunos adultos que, hasta ese momento, sólo le habían mostrado su cara más violenta movidos por la codicia y la lujuria. «La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror». En aquel llano inabarcable e inhóspito, donde antes se extendía el verde cereal, mucha gente ha abandonado los pueblos y las aldeas por falta de agua potable y, los que se resisten a marcharse padecen las desigualdades entre los poderosos y los humildes potenciadas por la falta de recursos. Es un tiempo pasado, impreciso, en una tierra desubicada, con personajes sin nombres propios, donde nada es gratuito. 
Jesús Carrasco en su novela Intemperie nos habla del instinto de supervivencia, de la crueldad a la que llega el hombre cuando está sometido a las condiciones más duras, del consuelo que a veces trae la religión a quien ha perdido todo, de la importancia del aprendizaje de las cosas esenciales. Los pocos personajes que aparecen, llenos de contradicciones que los hacen más cercanos y reales, con comportamientos que a veces sorprenden, hablan poco, los diálogos son escuetos y los silencios a veces dicen más que las palabras. Las descripciones en cambio, con una gran carga de lirismo, son minuciosas, quizás para recalcar el lento transcurrir del tiempo cuando el hambre, la sed o el dolor están presentes. El autor utiliza recursos más propios del cuento y obliga al lector a participar en la historia, a rellenar los huecos que faltan a partir de pistas e indicios que contribuyen a mantener la tensión narrativa hasta el final. Una novela muy recomendable que nos habla de la necesidad de buscar el valor de lo ético.

















Intemperie
Jesús Carrasco
Seix Barral, 2013

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